Recientemente en el Colegio Oficial de Arquitectos de Madrid, la artista Ana Cubas expuso la muestra “Arquitectos” donde nos hace reflexionar sobre la similitud entre autor y obra a través de catorce retratos realizados en rotulador negro sobre cartón. Sobre cada uno de los rostros delineados, la ilustradora madrileña implementa elementos diseñados por cada uno de los grandes arquitectos, como Le Corbusier, Mies Van der Rohe, Tadao Ando, entre otros. Un elenco cuidadosamente escogido por la artista que constituye un pequeño manual de acercamiento y aprendizaje arquitectónico. El inicio de otro tipo de red social, no virtual y palpable.
Conoce más detalles de la exposición a continuación.
Extracto del texto donde Luisa Martí explica el proyecto y su origen:
“Llegué hasta Ana Cubas en una extraña cena donde esperaba conocer a varios artistas a la vez. [...] Fue una de las veladas más enriquecedoras y relajadas que recuerdo. [...] Ana deslizaba unos esbeltos cartones envueltos en papel kraft que organizó meticulosamente delante de mí. [...] Todavía eran mejores cuando podías tocar el canto perfectamente seccionado y mirabas de cerca el trazo oscuro y limpio. El respeto con el que Ana trataba el soporte y lo dignificaba era una manifestación de su personalidad perfeccionista y comprometida.
Desde la agencia le propusimos el reto de ampliar el formato de sus obras para que el impacto fuese mu- cho mayor. Aceptó y empezamos a desarrollar juntas el concepto y la temática.
Hace tiempo que la artista quería abordar su cercanía con la arquitectura. Planteó el mismo ejercicio de collage que en piezas anteriores pero, esta vez, la fase de análisis e inmersión en los personajes dejaba atrás la evidencia, ofreciendo encuentros entre arquitecto y obra mucho más estudiados.
Para esta exposición se han seleccionado 14 arquitectos de primer nivel internacional, dibujados mediante la exquisita combinación de rotuladores, collage y cartón como soporte.
Las piezas confeccionadas por la artista nos hacen reflexionar sobre la identificación de estilos de vida, ideologías y emociones entre creador y creación. Es el inicio de una familia que se extiende del mismo modo que multitud de imágenes de perfil de una red social didáctica, finita y palpable.
Además, ARQUITECTOS es un proyecto en el que nos acompañan muchas otras personas relevantes, de elevado prestigio nacional e internacional:
Junto a los 14 retratos, otras figuras pertenecientes a la cultura contemporánea aportan datos reflejados en el catálogo, que se erige como otra pieza artística, al albergar artículos de Carlos García-Alix, Tsuyoshi Tane, Roberto González, Martín Lejarraga, Inés Caballero, Patricia Reus, Ethel Baraona, Edgar González, Juan Roldán, Félix Arranz, Santi Márquez, Agustín Fernández Mallo, Juan Herreros, Víctor Navarro, María Langarita y José María Torres Nadal.
Y, acompañando a las obras de Ana, se proyecta el mediometraje realizado por la video artista Nuria Cubas, titulado "Ana y Kazuyo". Una cinta que explora la relación íntima en la elaboración de una de las piezas, y que también se encuentra dentro del catálogo.”
Luisa Martí
Directora de La ballena imantada
Además de las ilustraciones de Ana Cubas, dentro de la exposición se pudo visualizar el cortometraje “Ana y Kazuyo”, realizado por su hermana Nuria, que nos muestra el proceso completo de elaboración de una de las piezas principales de la muestra: el retrato de la arquitecta Kazuyo Sejima. Una disección real en la que participan las tres mujeres.
Crítica del cortometraje “Ana y Kazuyo” realizada por Javier H. Estrada:
“Disección libre.
Si hay un territorio misterioso en el que se generan dinamismos inaprensibles para el resto de mortales, ese es el taller del artista. Por esa razón, el cine (arte indiscreto como ningún otro) no ha dejado de saciar la irresistible curiosidad de los espectadores hacia el acto artístico, introduciéndose en la intimidad del creador, pretendiendo hacerles partícipes de un hecho extremadamente solitario y frágil. La entrada de la cámara en este espacio ultrasensible supone siempre una amenaza. La alta probabilidad de revelar demasiado de ese proceso alquímico permanece siempre acechante. El cineasta corre el riesgo de alterar el trabajo del artista hasta corromper su sentido y convertirlo en antinatural o, por el contrario, de tomar un rol excesivamente secundario y dependiente.
En Ana y Kazuyo, Nuria Cubas esquiva ambas trampas al encontrar una tercera vía, su propia fórmula en la que se conjugan el respeto por el objeto contemplado y el desarrollo absolutamente libre de su estrategia creativa. En ese sentido, conviene resaltar que no estamos ante un “documental sobre arte”, sino ante una obra de carácter híbrido que, aunque parte de situaciones materiales (el trabajo de su hermana, la artista plástica Ana Cubas) supera los parámetros de la realidad, introduciendo elementos de ficción, en especial una línea narrativa tan fina como crucial.
Ana dispone las herramientas necesarias para acometer un dibujo a tinta del rostro de la reputada arquitecta japonesa Kazuyo Sejima. Las diferentes fases de elaboración del retrato (desde el diseño preliminar hasta los retoques finales) quedan expuestas mediante una observación rigurosa. Cuando cada una de esas etapas culmina, la cineasta nos hace testigos de la evolución al repetir el mismo encuadre: el dibujo sobre una pared blanca, iluminado por la luz del día procedente de una ventana lateral. Esos planos funcionan como pilares estructurales de la película, pilares que se rompen cuando Ana abandona la estancia para perderse entre los árboles, seguramente en busca de oxígeno y distancia respecto a su labor. Entran en escena entonces varias personas que buscan a la artista, el ladrido de un perro y el estallido de una tormenta. La ficción irrumpe así, con total normalidad, proporcionando un punto de fuga necesario para que surja el punto de vista de la otra creadora.
Ana y Kazuyo bascula entre dos espacios, uno interior (el taller) y otro exterior (el campo ilicitano), pero sobre todo entre dos elementos: los árboles y la tabla de la artista, que funciona casi literalmente como una mesa de disección (las acciones que más se repiten son el corte del cartón y la marca del rotulador, y el objeto que con mayor potencia atrapa nuestra atención es el filo del cuchillo). La naturaleza y la climatología (en apariencia elementos secundarios) tienen un papel esencial. Sus cambios y sus movimientos, a veces sosegados, otras violentos, nos permiten elucubrar sobre el estado de ánimo de la artista y sobre cómo estos elementos externos afectan a su trabajo.
Un último punto de interés reside en los diferentes niveles de observación que se exponen. En el primero, Ana formula su visión del rostro de Kazuyo a partir de una fotografía. En el segundo, Nuria desentraña con su cámara de video la labor de Ana. La conclusión es un inspirador juego de imágenes reflejadas y reinterpretadas en la que cada artista ha encontrado la libertad de su mirada.”
Javier H. Estrada
Crítico de cine